
DE LA OBLIGACIÓN A LA PASIÓN
Resumen: Lo que comenzó como un deber se transformó en una aventura inolvidable. Aprender portugués me reveló una cultura vibrante, donde cada lección es una experiencia maravillosa que rompe barreras. ¡Ahora el portugués ocupa un lugar especial en mi vida!
Cuando me pidieron que aprendiera portugués por motivos laborales, sentí una mezcla de intriga y ansiedad. Era la primera vez que intentaba estudiar este idioma, que nunca me había llamado la atención. Para ser sincera, no tenía grandes expectativas al principio, ya que siempre lo había considerado un idioma que no me gustaba. No despertaba en mí ningún tipo de curiosidad ni emoción.
Sin embargo, tuve que aceptar la realidad: necesitaba capacitarme. Así que, sin saber exactamente qué esperar, comencé mis clases de portugués. Tenía una mentalidad clara: cumplir con el requisito. Pero también era consciente de que el éxito no dependería solo de la metodología del profesor, sino de cómo yo administrara mi tiempo para estudiar fuera de clase. Sabía que el progreso real requeriría un esfuerzo continuo de mi parte.
Lo que nunca imaginé fue lo que sucedería con cada una de esas clases. La experiencia fue increíble. Me encantó poder hablar directamente con mi profesora y conectar emocionalmente a través de nuestras conversaciones. Lo que empezó como una obligación pronto se transformó en una experiencia enriquecedora. Disfruté de compartir y escuchar historias cotidianas, esas que, aunque sencillas, están llenas de significado. Aprender dejó de ser una responsabilidad para convertirse en un verdadero placer, una afición inesperada.
Lo que más me gusta de este proceso es que aprendo sin siquiera darme cuenta. A simple vista, parece que solo me siento frente al computador, diálogo, tomo algunas notas y comparto opiniones con mi profesora. Pero más allá de eso, me sorprende lo constante que he sido, algo que siempre me ha resultado complicado. Me vi envuelta en una rutina placentera de buscar música, entrevistas, películas y libros en portugués. Cada clase despertaba en mí una curiosidad creciente por la cultura, por las personas que hablan este idioma, por su calidez y amabilidad. Descubrí paisajes y canciones hermosas sin siquiera levantarme de mi silla.
El portugués, ese idioma que alguna vez consideré indiferente, ahora ocupa un lugar especial en mi vida. No solo me ha permitido crecer profesionalmente, sino también descubrir una nueva forma de comunicarme y entender, siendo más consciente y auténtica con cada palabra y acto.